El Hombre Detrás del Espejo es un escrito que hice hace ya un tiempo... después de una racha de autodestrucción masiva y sentimientos suicidas ajenos el cual disfruté hace un lustro, cuando todavía era lo que llaman "joven"... Disfruten... o no lo hagan, me es indirefente...
Sonó el molesto despertador. Lo odiaba, tenía un pitido de chicharra aguda que despertaba al instante. Salí de mis sueños como todas las mañanas, me levanté de la cama despacio y caminé unos pasos sobre la, alguna vez blanca, alfombra que se extendía por el suelo de todo el cuarto, inundándolo de polvo. Me dirigí hacia el baño, que parecía tener semanas abandonado. Me encontré el lugar hecho un desastre, montones de revistas maltratadas tapizaban el suelo, cubriendo en su totalidad el mosaico blanco de que ya no tenía recuerdos.
Sonó el molesto despertador. Lo odiaba, tenía un pitido de chicharra aguda que despertaba al instante. Salí de mis sueños como todas las mañanas, me levanté de la cama despacio y caminé unos pasos sobre la, alguna vez blanca, alfombra que se extendía por el suelo de todo el cuarto, inundándolo de polvo. Me dirigí hacia el baño, que parecía tener semanas abandonado. Me encontré el lugar hecho un desastre, montones de revistas maltratadas tapizaban el suelo, cubriendo en su totalidad el mosaico blanco de que ya no tenía recuerdos.
Había botellas vacías acá, tijeras allá, envoltorios de comida chatarra más allá… ropa sucia por todos lados… en fin, era un desorden el cual servía de hogar a unas cuantas cucarachas escurridizas. Era temprano, aún me encontraba medio dormido, por eso no me fijé al dar el primer paso dentro… me arrepentí el momento el cual escuché un asqueroso crujido al poner mi peso sobre el pié… me quitó el sueño el sentir mi pié viscoso por tener un objeto untado, el cual acababa de hacer inánime. Me sentí sucio.
Metí el otro pié al baño, decidido a avanzar hacia el lavabo, cuidando mis pasos, pasando entre los calcetines sucios, las playboy viejas, los recortes que usaba en mis collages, las botellas sin cerveza y las tijeras puntiagudas, llegando por fin al lavamanos, arrastrando el pié, para ver si lograba limpiarme lo embarrado. Lo primero que hice fue abrir la llave, simular una cueva con mi mano y agacharme para limpiar mi pié, después me lavé rápidamente deshaciéndome de lo que inevitablemente me había manchado los dedos. Después de muchas talladas y de estar seguro de que mi mano estaba descontaminada, tomé el jabón y me froté la cara, deshaciéndome de la grasa matinal que invade mi rostro mientras duermo. Al levantar la vista me encontré, como cada mañana, al espejo del baño y al hombre que se dejaba ver claramente detrás de él.
Esa mañana lo noté furioso. Ignorando su actitud lo saludé y el permaneció en silencio, mirándome, examinando cada centímetro de mi ser… penetrando mi alma con su mirada de ira reprimida. Pasaron varios minutos, lo miré, y tras el pude ver la pared de mosaicos azules que comenzaba a ser invadido por el musgo, y en el suelo de su baño pude ver el mismo desorden caótico que reinaba por igual de este lado del espejo.
-¿Por qué insistes en ponerme en tus cuentos?- preguntó al fin. Me tomó desprevenido la pregunta, no supe contestar. Solo vi sus pupilas cafés, su cabello negro azabache, su barba desordenada. Lo volví a mirar a los ojos y pensé en la manera rápida de darle a entender que yo había empezado a escribir solo para que el apareciera en mis cuentos, aunque no fuera el mismo personaje. Cuando no le tocaba el protagonista, era el amigo, la situación, el lugar, el antagonista, el escenario, el amante, los problemas psicológicos, etc.… pero siempre tenía que estar ahí.
Me quedé callado varios minutos sin saber que responder. El solo me miró un momento, después bajo la mirada hacia las tijeras de coser que estaban sobre el piso, el marco no me dejaba verlas… el espejo era bastante pequeño. Me las mostró con una risa amenazadora y sin aviso descargó todo el contenido de su mirada, contándose entre tajo y tajo, todo el cabello. Mechón tras mechón se oscurecía el suelo de su lado del espejo.
Lo observé, incrédulo, al que odiaba era a mí. No terminaba de comprender por qué desataba sobre sí mismo ese odio de pertenencia ajena que se sentía tan propia. Cuando terminó con todo lo que le brotaba de la cabeza me miró de nuevo y con una sonrisa burlona me volvió a preguntar -¿seguirás incluyéndome en tus mediocres cuentos?- a lo cual contesté, todavía confundido por lo que acababa de cometer, -pues… supongo que puedo escribir acerca de una persona calva…-. Al parecer por su expresión no le gustó la idea.
Me seguía mirando, ahora con una combinación de odio y asco; me llevé la mano a la cabeza inconscientemente para llevarme la sorpresa de encontrar mi cabellera reemplazada por tajos mal cortados… como los del hombre frente a mí. Se burló de mi nueva calvicie y volvió a preguntar -¿estás seguro que volverás a escribir de mi?- no me quitaba la mirada de encima, el rencor en esos ojos cafés brillaba con una claridad inigualable. Le contesté bastante molesto –eres mi reflejo, por lo tanto tengo derecho de escribir lo que quiera de ti- a lo cual solo sonrió con vergüenza mientras sacudía lentamente la cabeza de lado a lado. Llevó las tijeras a su barba y esperando una respuesta que nunca iría a obtener recalcó -¿seguro?- y con una seguridad inexistente dentro de mi dije que sí con un movimiento leve de la cabeza… no dudó en comenzar a cortarse la barba frenéticamente, y con cada nuevo corte sentía un frio extraño sobre mi rostro… me consolé a mis interiores con la patética excusa de “solo es pelo… volverá a crecer”.
Viendo que mi reacción no era la esperada comenzó a juguetear de manera amenazante con las tijeras y, en lo que creí un gesto de insulto bastante infantil, mostró la lengua revelando una perforación en su centro con un arete muy parecido al que yo portaba desde hace un año atrás. Llevé mi mano a mi cara esperando encontrar la barba, que tanto tiempo duró sin ser afeitada, y como suponía… ya no se encontraba ahí… me entró una furia súbita y le insulté… seguía mostrándome la lengua, grité todos los insultos que sabia e incluso inventé un par… seguía mostrándome la lengua, tomé una botella de desodorante, de una marca bastante conocida, y amenacé con romper el espejo… y sin inmutarse, continuaba mostrándome la lengua… esperando… mirando… todavía tenía las tijeras en la mano.
Sin aviso alguno alzó la mano al nivel de su boca y con las condenadas tijeras, que aún portaba, cortó su lengua de un tajo por encima del arete que compartíamos. No tardó mucho cuando comencé a sentir el sabor oxidado de la sangre que brotaba por mi boca, el desodorante se resbaló de mis manos y las llevé ambas a mi boca en un intento fallado de detener el sangrado que ahora parecía imparable, sentí como la falta de sangre comenzaba a dañar mi cerebro y mi percepción del ambiente, tropecé y choqué contra el espejo rompiéndolo en varios miles de pequeños fragmentos, cayendo al suelo junto con ellos.
Comencé a sentir la pérdida del control de mis extremidades, la sangre brotaba, hice el esfuerzo por llevarme uno de los calcetines a la boca sin que me importase la suciedad, pero poco duró mi intento… la sangre brotaba, sentí la vida escapándose entre mis dedos, ya no pude moverme… la sangre brotaba, la muerte se aproximaba y creí escuchar las carcajadas del hombre que ahora roto en cientos de pedazos, yacía alrededor mío al igual que los fragmentos del espejo vacio… todo se desvaneció… la sangre dejó de brotar.
Sonó el molesto despertador. Lo odiaba, tenía un pitido de chicharra aguda que despertaba al instante...
Blitzkrieg
Blitzkrieg
1 comentarios:
Wow...esta vez me has sorprendido, y mucho...
No deseo ahondra mucho en el análisisi de tu escrito, solo puedo decirte, que lo encontre sublime.
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