Eternal Wanderers 1 - "La Sirena y el príncipe."

22 agosto 2011
Hace no mucho junto con Poison Scarlet, encontramos un antiguo libro en un idioma extraño, después de mucho tiempo hemos ido traduciendo sus partes. Nos dimos cuenta que esta lleno de cuentos y leyendas de una tierra de fantasía. Aquí les presentaremos las traducciones de estos misteriosos fabulas, esperamos las disfruten tanto como nosotros.

(Nota del Editor: Cuentos originales escritos por nosotros, por si se lo preguntaban.)





Aquí el primero de ellos, para su mejor apreciación les recomendamos leer con la siguiente música de fondo:



“La Sirena y el Príncipe”





Veo un enorme castillo al lado del mar, una luna plateada, una gruta subterránea, algunos naufragios encallados entre las rocas de un acantilado. Veo una mujer que oculta entre las olas mira con atención hacia el castillo. En una torre un joven de cabellos rubios y largos se asoma, su mirada se pierde en la lejanía. Su ropa esta completamente mojada, pues se encuentra en un balcón. Sus ojos muestran tristeza... su expresión se expresada en un suspiro. La mujer titubea un poco antes de sumergirse sin temor a ahogarse, surcando el oleaje que poco a poco se vuelve más agresivo. Una mano se posa en el hombro del joven. -No podemos hacer nada... tus padres regresarán con bien, no se preocupe príncipe. - Le dijo la voz de su anciano tutor. Aunque sus palabras fueron borradas con el viento, algo en el pecho del joven le decía, que no volvería a verles.

Han pasado dos días, la mujer se esconde en silencio detrás de uno de los naufragios, el hombre de sus pensamientos de nuevo se encuentra cerca de la costa, no puede evitar notar su mirada  que aun parece sombría, su corazón parece detenerse en tristeza, que no daría ella por robarle una sonrisa, un poco de brillo en sus ojos. Él puede sentir la arena bajo sus pies descalzos, ha pedido estar solo. Sus sirvientes se mueven por el castillo preparando la ceremonia de luto por la muerte de los reyes. Su rostro se mantiene hacia el horizonte, el viento no le dice nada. El agua comienza a cubrirle las piernas y sigue caminando como un muerto sin razón.-Padres… -

Un fuerte chapoteo  se escucha no muy lejos, la viga en la que la mujer se encontraba apoyada se ha deslizado a punto de caerle encima, apenas son segundos en los que ella de un salto esquiva el enorme pedazo de manera que en poco se estrella en una de las rocas despedazándose, una visión que a poco podría engañar a el ojo, una larga cola de escamas rojas se alejan en la profundidad del océano. Los pasos del príncipe se detienen y su mirada va en busca del sonido. Se siente engañado por lo que visión le ha mostrado, más no es ha sido el tono rojo del final, si no el hermoso rostro del inicio. -¿Ha sido un ángel? - Se pregunta en voz alta mientras el agua le llega a la cintura. Algo nuevo le llena el pecho. -¿Quién eres...? - Se pregunta mientras regresa a la costa donde su fiel espada le aguarda. Nadie sería capaz, nadie podría al menos imaginar la hermosa gruta de coral que bajo el agua se oculta, la muerte entraría por sus ojos y por sus pulmones, una sirena de castaños cabellos se lamenta en silencio mientras se recuesta sobre una sabana de musgo y alga. A su alrededor no existe nada, no hay nadie ni un alma que la acompañe en su melancolía, mientras aprieta ligeramente los ojos para de nuevo abrirlos y ver su delicado reflejo entre una pila de huesos y carne.

Un nuevo día despierta, las noticias siguen si llegar y la ciudadela se viste con mantos negros. La tristeza se anida en el príncipe, pero al mismo tiempo la imagen de aquella "mujer" lo azota, como un dulce golpe. Recorre el pueblo, fijándose en cada cara, pero ninguno es el rostro de ella. -Creo que me estoy volviendo loco... - Le dice a su fiel corcel, mientras cabalga por la costa, es su última día libre, pues funestas noticias han llegado. Mañana debe partir a la guerra. Una melodía, un canto incomprensible  parte el sonido de los cascos y el del oleaje, sin entender la procedencia. El paso de la bestia se calma hasta que se detiene por completo. El príncipe cierra los ojos. El pelo hondea sus cabellos, mientras su rostro se relaja con tan hermosa voz. "Ven... Ven" era lo único que el joven podía escuchar en su cabeza, sin entender como podía descifrar ese lenguaje desconocido. Él desmonta del caballo, sus ojos se mantienen cerrados creyendo que es un sueño, sin querer despertar. Camina hasta que sus pies son mojados por el agua. -¿Quién eres? - Le pregunta al viento. "Ven... ven... Ven conmigo." es lo que aun escucha, sin tener una respuesta que pueda satisfacerle. Puede sentir como el agua le llega al pecho, pero no se detiene, cada paso teme dejar de oír la dulce melodía. -Déjame verte... - Con el extraño brillo que el ocaso provoca mientras el fuego y el agua chocan por el horizonte, los ojos de una mujer se asoman de entre las profundidades, a cada paso que el da, la silueta se descubre, dejando a la vista un torso desnudo por el que recorren largos cabellos castaños enlazados con pequeñas perlas. Los ojos del príncipe se abren poco a poco, sin distinguir más que una brillante silueta, pues el sol de fondo lo ha segado. Después de un instante su vista le regala una bella figura. -¿Quién eres? - Le pregunta reconociendo que es ella a quien buscaba. "Ven... Ven conmigo" insistía la mujer  mientras lentamente extendía sus  brazos, de pronto un sonido apenas inaudible  hizo que la sirena  girara su rostro sorprendía, su gesto se transformaba en repulsión y sin despedirse siquiera  se lanzo de nuevo al mar, sin importarle mostrar su cola. -¡Espera! ¡Espera! - Grito el joven con la mano extendida hacía donde un momento atrás la mujer se encontraba. Pero ya no había nadie. La tristeza volvía a invadirle. -Espera... - Dijo en voz baja y con melancolía. Entonces comenzó a nadar, adentrándose más y más. Sus brazos y piernas dolían. Un hombre gritaba por el príncipe, aun que no logro llamar su atención, asustado por sus acciones empezó a pedir auxilio sin saber exactamente quien podría socorrerle, ya que casi le era imposible ver desde la playa. Por su parte la voz de la mujer comenzó a cantar una melodía dulce y suave, mientras observaba a su amor flotar por la superficie. El príncipe pensó que la voz del hombre intentaba despertarlo. -Aún no... No quiero despertar. - Se dijo mientras se hundía en aquellas aguas. Su mirada se oscurecía mientras su cuerpo más profundo se adentraba. Podía sentirla cerca, pero sus fuerzas se desvanecían, debía alcanzarla, debía... quería... Poco a poco el oleaje tragaba a el príncipe, su cuerpo se hundía y apenas podía contener la respiración con la presión del agua. Un frio tacto le toco una mano, pero aun la espuma era densa y no le permitía ver mas allá de su nariz, esa mano gentil le acaricio los brazos y lentamente lo fue estrechando en un abrazo que lo hundía cada vez más a la oscuridad.

Por un momento el príncipe pudo vislumbrar la muerte, sus ojos se abrieron de nuevo. Se encontraba recostado en la costa y a su alrededor varios de sus hombres, con rostros preocupados.-Ella... ¿dónde está? - Gimió con las pocas fuerzas que tenía. Los hombres creyeron que deliraba. -Ella... debo buscarla. –

No podía, no quería, sollozaba la sirena en sus pensamientos mientras que tras mirar su rostro entre el cristal pulido se marchitaba, sus cabellos se volvían cenizos, su piel parecía en frágil porcelana, que al ligero rose se quebraba. La mujer sacudió la cabeza y apretando contra su pecho un largo pedazo de tela se refugiaba en lágrimas.

El sol salía de nuevo, parecía que la compostura había regresado al príncipe, su armadura relucía ante el sol. Los soldados le esperaban ya en sus barcos. Aquel día lucharían por defender su patria, lentamente subió sin quitar su vista del lago. -No fue un sueño, pude sentirte... - Se dijo, mientras su barco zarpaba. Él se mantuvo en cubierta, mirando su reflejo en el agua. -pude sentirte... - Entre el acantilado la débil imagen de la misma mujer se deslizaba  arrastrando su cola carmesí entre las rocas que partían las olas del mar, con todas sus fuerzas se enfrascaba en llegar a la más alta, donde la ventana de la torre  quedaba más cerca, ella la miraba con devoción, anhelando ver a su amado.. Una última vez. El barco se alejaba, el príncipe miro por una última vez el castillo que era su hogar y entonces un brillante rubí llamo su atención, su corazón estallo. La corona tintineo al caer al barco y solo el sonido de su cuerpo chocando contra el agua les dio aviso a los soldados. Loco lo creyeron y nadie lo siguió. Con todas sus fuerzas nada hasta el acantilado, la marea era fuerte y golpeo algunas rocas, su sangre manaba de algunas heridas, pero poco le importaban. -Te encontré...-

Las fuerzas se le escapaban, mientras que sus escamas se secaban al calor de los primeros rayos del sol,  su mano se extendía absorta hacia la ventana como si llegar hasta la punta del peñasco fuera lo más importante acosta de su vida. Debajo de ella, el príncipe agotado subía persiguiéndola. Se había quedado sin habla, el esfuerzo por alcanzarla le agotaba. Su deseo era más fuerte que el dolor con el que se debatía. -¡Aquí estoy! - Dijo finalmente cuando comenzaba a desfallecer, sus heridas ya eran mortales. La melancólica mirada de la sirena bajo, y con una cálida sonrisa que enmarcaba un rostro que ya poco se parecía a el suyo, fijo sus cristalinos ojos color aguamarina en el príncipe, mientras su mano derecha se estirara hasta su rostro  para acariciarlo, la punta de su cola se había endurecido y opacado su condición continuaba en su ascenso, pero poco le importo... "ven ven conmigo" repetía lentamente en aquel idioma. Las palabras de la mujer, le dieron las fuerzas para terminar de subir. Su sangre manchaba las rocas debajo de su cuerpo, pero al final sus manos tocaron la piel de la sirena. El príncipe sonrió para ella antes de cerrar sus ojos para desvanecerse y alejarse del mundo. Los rayos del sol anunciaron la mañana, el barco del reino aun continuaba suspendido en el agua mientras que los marinos trataban de observar con atención la ubicación de su príncipe, algunos de los botes ya se había echado a la mar, para ir en su rescate, el primero en llegar ahí no logro entender ni dar crédito a lo que sus ojos le mostraban  una mujer de roca que con el roce del viento se desboronaba,  sonreía delicadamente mientras sostenía la mano del príncipe que aferrado a su cuerpo apenas respiraba, uno a uno los hombres comenzaban a subir entre las rocas para llegar con su seño, pero con solo apenas moverlo aquella frágil criatura se despedazo fundiéndose entre las olas, dejando solo una cosa tras de sí en las manos del príncipe.. Un  pedazo de tela que envolvía una horquilla de un pequeño juguete infantil.

1 comentarios:

La Leila :D dijo...

Me encanto el cuento en especial porque escribes rico en detalles y asi se puede imaginar realmente toda la escena mental de la historia! Espero leer mas cuentos tuyos pronto! Muy bella la historia y me gusto el final..una tragedia romantica.